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¿Racionalismo o Empirismo?

Como ya se saben, desde hace muchos años, no solamente hay una manera de ver la vida, y todos pensamos distinto. Hoy en día, no hay un nombre o término con el que podamos distinguir la forma de pensar de la gente, sólo sabemos que cada persona piensa diferente; pero antes sí existían varias formas en las que las personas denominaban su manera de pensar. Esos términos se denominan “escuelas” y algunas de ellas son las siguientes: criticismo, racionalismo, empirismo, idealismo, entre otras. Todas eran muy conocidas y utilizadas, pero en este trabajo solamente hablaremos y compararemos dos: el racionalismo y el empirismo.
 
Empecemos por explicar el racionalismo. Fue una corriente filosófica con la intención de buscar la verdad para determinar una realidad. Contenía una fuerte atracción por las matemáticas, y sus estatutos más sagrados eran la protección de las ideas innatas y la intuición, ya que se consideraban las principales herramientas del saber. Esta se convirtió en una de las escuelas más importantes de la Edad Media. Fue creada por René Descartes, el cual era considerado “El padre del racionalismo”. Sus fundamentos se basaron en que la adquisición de conocimientos provenían únicamente de la razón, ya que esta daba el acceso a las verdades universales, que eran creadas a través del innatismo, dejando de lado el aprendizaje por la experiencia empírica.

La racionalidad no tiene límites, se puede encontrar en cualquier sitio, sin embargo está en contra de la irracionalidad, que es lo opuesto a la razón. Al hacer uso de la racionalidad, el ser humano desarrolla capacidades que le permite pensar, evaluar y actuar de forma coherente ante diferentes situaciones, con la finalidad de conseguir un máximo beneficio.
Por otro lado, el movimiento británico que se opone al racionalismo es el empirismo, ya que, en este, nuestra razón no puede ser un conocimiento certero. El empirismo, que nace entre el siglo XVII y XVIII, se basa y se limita en la experiencia y observación que tengamos, aunque nunca podríamos tener la verdad absoluta.
John Locke, quien es el mayor representante del empirismo, explicaba que el tener un conocimiento por parte de la razón, era insignificante y no era válido porque las ideas no pueden surgir de la nada; puesto que, para él, era necesario encontrar los “límites de nuestro intelecto”, para así, tener y pensar tus propias ideas con la experiencia que obtengas. Para su verificación, se debe de utilizar el método inductivo, en el cual las conclusiones se deben de generar a partir de los datos particulares que tenemos.

Con los párrafos anteriores, pudimos ver que entre el racionalismo y el empirismo hay muchísimas diferencias; hasta se puede decir que son polos completamente opuestos. En uno se basaban en la razón para llegar al conocimiento y, en el otro era totalmente lo contrario, se basaban en los sentidos para poder encontrar aquel conocimiento. 
Desde mi punto de vista, no se puede decir si una está bien y la otra mal o si una es mejor que la otra. Considero que ambas tienen sus pro’s y sus contras, pues una se va más del lado de lo subjetivo y otra de lo objetivo; pero, aunque tuvieran muchas diferencias, increíblemente, muchos filósofos estaban de acuerdo con ambas porque consideraban que estaban enlazadas y que una llevaba a la otra. 
Había quienes estaban  a favor del racionalismo, quienes estaban a favor del empirismo o a favor de ambas, como ya lo comentamos anteriormente, pero también había quienes no estaban a favor de ninguna de las dos y hasta las criticaban por sus características; esos filósofos desarrollaron una nueva escuela: el criticismo. 
 En conclusión, el empirismo y el racionalismo fueron las bases de los filósofos para poder crear nuevas teorías. Cada una es una pieza fundamental para la manera en que las personas pensamos hoy en día. Finalmente, nuestra manera de ver la vida tiene un poco de cada una de las cualidades de las escuelas que antes existían. Así es que, ¿Para qué cuestionarnos si una es mejor que otra? Sería un conflicto que duraría mucho tiempo pues, estaríamos cuestionando nuestra propia manera de pensar.

 

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La importancia de una consultoría

Dicen que Roma no se hizo en un día, y por supuesto que no fue construida por una sola persona, se requirió del esfuerzo y la tenacidad de todo un pueblo para lograrlo, así como de la asesoría de los expertos que eran poseedores del conocimiento y sabían cómo hacer las cosas.

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Se dice también que nadie nace sabiendo todo, y que a lo largo de la vida, se aprende lo suficiente para subsistir, pero para ello, siempre será necesario contar con el apoyo de alguien, que nos oriente y enseñe el camino a seguir.
“El consultor debe ser visto como un asesor de negocios, es el facilitador de conocimientos, experiencias y estrategias que, adecuadas a la PyME, la pueden llevar a un sano crecimiento y desarrollo”
El empresario PyME tiene una gran ventaja, nunca está solo y siempre tendrá la oportunidad de consultar a los expertos, a esa persona que le ayude a organizar adecuadamente el negocio, que le diga cómo llevar su contabilidad y el correcto pago de sus contribuciones, aquel que le enseñe las mejores formas de promocionar y vender sus productos, al financiero que le mostrará como maximizar sus recursos, y al abogado que lo asesore con sus asuntos legales, en fin, es un abanico muy grande de conocimientos ya probados, que siempre estarán disponibles.
consultoria
Una PyME no se construye sola, es el esfuerzo conjunto de muchas personas que trabajan día a día en la operación y en la administración, es el resultado de una serie de estrategias y decisiones que bien podrían estar respaldadas por el consejo, el análisis y el diagnóstico oportuno de personas experimentadas, que poseen las habilidades y herramientas necesarias para ayudar al empresario a lograr los objetivos y metas establecidas.
El consultor debe ser visto como un asesor de negocios, es el facilitador de conocimientos, experiencias y estrategias que, adecuadas a la PyME, la pueden llevar a un sano crecimiento y desarrollo, a posicionarla y consolidarla en el mercado, lograr su permanencia, y que al hacerlo cumpla con su fin social, y pueda contribuir a la estabilidad de la economía.
Es lógico que el conocimiento del consultor cuesta, y para muchos es considerado caro, al grado de llegar a pensar que es un “gasto” innecesario que bien se puede evitar, sin embargo se debe considerar y analizar ampliamente, el costo – beneficio que se puede lograr con el apoyo de una consultoría, y ésta se debe entender como una “inversión” al negocio, que se debe recuperar y que debe generar ganancias.
Aunque existen muchas consultorías, de todos tamaños y costos, existen también Universidades, Instituciones y Entidades Gubernamentales, que apoyan con incubadoras de negocios, cursos, foros, y asesorías, que por lo general son gratuitos, y a los que se puede acudir con la confianza de que hay expertos, que siempre estarán en posibilidades de ayudar al empresario que quiera lograr amplios beneficios con el uso de la consultoría.
Mtro. Angel Méndez Mercado
Profesor de la Facultad de Negocios, Universidad La Salle

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