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La tecnología y la regresión

Securus Mundi

En el terreno de las relaciones humanas, Internet se enriqueció con el advenimiento de otras alternativas como lo son las redes sociales, cuyo uso habitual es considerado por muchos como el prototipo más claro de la desintegración.

Fausto Escobar

Fausto Escobar

Por: Fausto Escobar

En su escrito titulado “El papel del trabajo en la transformación del mono en hombre” (1876), Friedrich Engels describe cómo evolucionamos gracias a nuestra habilidad de utilizar los pulgares para asir cosas y manipular instrumentos, desarrollando al mismo tiempo los hemisferios cerebrales.

El autor se basó en las teorías de Darwin sobre la evolución humana, quien en uno de sus vastos estudios hablaba también de una “correlación del crecimiento”, haciendo hincapié en el hecho de que cada miembro de nuestro organismo va ligado a los demás, lo cual nos hace dimensionar el impacto de caminar erectos o la importancia de utilizar nuestras manos, por ejemplo.

Retomando las aportaciones de Engels, lo que también define al hombre como tal es su tendencia a agruparse y el uso de herramientas, convirtiendo a sus manos ya no sólo en simples órganos de trabajo sino al trabajo como producto de sus manos, y a medida que se desarrollaba el cerebro lo hacían por igual sus instrumentos más inmediatos: los órganos de los sentidos.

De manera resumida, y desde la óptica del ideólogo alemán, fueron el trabajo y la palabra articulada los dos principales estímulos que hace centenares de miles de años le permitieron al hombre sobreponerse a sus desventajas con respecto a otros animales.

‘Pulgarcito power’

Se presume que en los últimos 10 años los avances tecnológicos han superado, con mucho, al equivalente de la evolución humana en toda la historia, aunque hay quienes aseguran que tarde o temprano la tecnología misma nos cobrará factura haciéndonos vivir una especie de “regresión natural” en la que las interrelaciones y la comunicación se verán reducidas al poder de nuestros dedos, ubicándonos en la Era Terciaria, justo cuando -se presume- el hombre dejó de ser un primate.

Nuestros antepasados eran seres sociales y cada nuevo progreso, ya sea con sus habilidades manuales o con el trabajo, se reflejó en una mayor necesidad de comunicarse, pero aquí es donde se potencia el concepto de la regresión natural: las nuevas generaciones, por ejemplo, están desarrollando una extrema destreza para escribir en teléfonos inteligentes (¿y cuáles son los dedos que más utilizan para ello?, ¡exacto, los pulgares!), aunque -contrario a toda lógica- cada vez menos podemos considerar a los jóvenes como “seres sociales”.

tecQuizá el dato ni venga al caso, pero en verdad resulta difícil apartar de nuestras mentes la imagen de varias personas que transitan por las calles como si el mundo no existiera, escuchando música digital y dándole vuelo a los dedos sobre el teclado o las pantallas de sus smartphones. En incontables pláticas y conferencias de negocios he podido constatar cómo la tecnología está haciendo de las relaciones personales un aspecto que hoy sólo encontraríamos en el inventario de los museos; he visto familias enteras que se reúnen sin hablar, sin mirarse a la cara, sin tocarse…, como si estuvieran sumergidas en una enfermiza competencia para definir quiénes tienen los dedos más rápidos del Oeste.

Habitar en exceso en el mundo digital provoca dispersión de la atención, el deterioro de la capacidad de escuchar y la dificultad de comprender un mensaje, tres de los pilares fundamentales que antaño definían al buen conversador.

Seguramente habrá quienes opinen que se trata de una fiebre transitoria, así como sucedió con el boom de Internet (personas sin salir de casa, chateando largas horas con amigos o con gente que ni conocían), pero en realidad la Web está más fuerte que nunca, sobre todo por el advenimiento de otras alternativas de comunicación como lo son las redes sociales, un hábito considerado por muchos como el prototipo más claro de la desintegración.

Según su informe anual “Futuro Digital Latinoamérica 2013”, la empresa ComScore (www.comscore.com) advierte que los smartphones, tablets y las consolas de videojuegos tienen una participación cada vez mayor sobre el total del tráfico digital; asimismo, de los cuatro mercados analizados (México, Argentina, Brasil y Chile), el primero ocupó la cabeza con el 13.9% del total del tráfico generado mediante el uso de este tipo de dispositivos en Latinoamérica.

Ante la creciente relevancia que han adquirido las redes sociales a nivel mundial, otro estudio de ComScore (Media Metrix, publicado en abril de 2014) resaltó algunas cifras interesantes que ubican a nuestro país en una posición de liderazgo, superando al resto de las regiones con un alcance de 98.2% en sitios de social media; América Latina tiene -en conjunto- un alcance de 95.8%, seguida de América del Norte y Europa con 91.1%; por su parte, la región Asia-Pacífico arrojó la cifra de 83.6%, mientras que el promedio de alcance global es de 87.1 por ciento.

Who let the bits out?

Paralelamente a estos fenómenos, observamos un cambio drástico en la manera en que nos expresarnos; hemos visto cómo la tecnología nos concede manejos que rayan en lo absurdo, pues para decir “no te preocupes” los jóvenes sólo escriben “ntp”, mientras que para sugerir algo que no les importa lo resuelven con una simple “x”, y el colmo de este libertinaje lingüístico lo encontramos en lo que ellos mismos llaman “poesía cibernética”: basta una frase como “Busqué en Google la palabra ‘amor’ y apareciste tú” para conquistar el corazón de sus respectivas contrapartes digitales.

¿Y qué decir de todas aquellas palabras que cada día se suman a nuestro vocabulario? Los más recalcitrantes defensores del lenguaje han bajado la guardia y aceptado -a fuerza de voluntad -la inclusión de nuevos sustantivos, pero donde sí se retuercen (y tienen razón) es cuando las personas inventan verbos (instagramear, googlear, whatsappear, twittear o shazamear son sólo unos cuantos), aunque sobra decir que algunas marcas fuerzan este tipo de desvaríos porque han descubierto que al menos son una poderosa herramienta de posicionamiento.

Los ejemplos del mal uso del lenguaje son tantos como las referencias periodísticas y bibliográficas existentes al respecto, pero ese tema merece otro espacio y esperamos poder tratarlo en próximas oportunidades; por lo pronto, si hoy alguien me preguntara cuál será el siguiente paso con respecto a la evolución tecnológica, yo le respondería: “Ya estamos en el camino y no hay regreso… ¿qué, no oyes a los bits ladrar?”.

* El autor es Director General de HD México.

fescobar@hdmexico.com.mx

"Contenido proporcionado por HD México / HD Latinoamérica"  www.hdmexico.com.mx /www.hdlatinoamerica.com
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Twitter: tres aplicaciones que te salvarán la vida si utilizas listas

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Como casi todos los community managers y expertos en social media del mundo habrán descubierto ya, gestionar nuestras listas en Twitter puede convertirse en lo último que querríamos hacer. Más que nada porque es un proceso tedioso, muy poco intuitivo y las más de las veces, repleto de errores debido a la lentitud con la que funciona esta función en muchas ocasiones.  Existen eso sí, algunas aplicaciones que tienen como propósito facilitarnos esta tarea. En este artículo os hablamos de Twitlist Manager, Icolite y Tweetbe.At, tres servicios a los que no podríamos estar más agradecidos.

Twitlist Manager

Twitlist Manager es una aplicación perfecta para descubrir qué usuarios están en tus listas, editarlas con facilidad y crear nuevas. Una vez que nos damos de alta en el servicio, utilizando para ello nuestra cuenta de Twitter, veremos todas nuestras listas en una especie de hoja de cálculo gigante, mostrándonos nuestras listas como columnas, y a las personas a las que seguimos, en diferentes filas.
A partir de aquí, ordenar nuestros contactos en diferentes listas se convierte en algo tan sencillo como seleccionar o deseleccionar celdas en un programa de hoja de cálculo al uso. Resulta curioso cómo una forma tan sencilla de “ordenar” a las personas que estamos siguiendo no haya sido implementada por la propia Twitter, servicio en el que gestionar nuestras listas puede convertirse en un auténtico quebradero de cabeza. 

Icotile

Icotile apuesta por ofrecer una interfaz de usuario tremendamente visual. Al iniciar sesión, veremos cómo nuestras listas se nos muestran en la parque izquierda de la pantalla, mientras que el centro de la misma es ocupada por un enrome mosaico en el que vemos las imágenes de perfil de cada uno de nuestros contactos.
Para ordenarlos en las distintas listas, basta que arrastremos el contacto que nos interesa (la aplicación se basa exclusivamente en el sistema Drag and Drop) sobre la lista en la que lo queremos clasificar. Sencillo, aunque algo confuso si nuestros contactos cambian con frecuencia de imagen de perfil o tenemos una cuenta muy orientada hacia nuestra actividad profesional,  en la que seguimos a cientos o miles de personas.
Una de las ventajas que Icolite presenta sobre Twitlist Manager, es que podemos descubrir además quién nos sigue, lo cual puede tener cierta utilidad si somos una empresa.

Tweetbe.At

Tweetbe.at afirma orgulloso ser el mejor programa del mundo a la hora de gestionar nuestras listas en Twitter. Tiene algunos argumentos de peso:  gran interfaz de usuario, muchas opciones (como una buena búsqueda de usuarios por filtros o el poder descubrir a quién de los que seguimos no nos está siguiendo a nosotros) y buenas herramientas de análisis.
Por ejemplo, al pulsar sobre cualquier usuario descubriremos cuáles han sido sus últimas menciones, qué programas o servicios utilizar para twittear y analizar el tipo de tweets que suelen producir con más frecuencia. Además también nos informará de la lista a la que pertenece el usuario en cuestión.
A pesar de ello la gestión de las listas no es tan rápida como en los dos casos anteriores, y deberemos expandir y contraer las listas que nos interesan una y otra vez, para ir clasificando a los usuarios. Es mejor ciertamente que la versión nativa de Twitter, pero queda un poco lejos de la usabilidad que nos ofrece Twistlist Manager o Icotile.
 
 

Fuente:http://www.muypymes.com
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